Parte 22 - La historia clínica



La historia clínica

     La historia clínica es un punto esencial del método homeopático.
Si bien Hahnemann no lo explicita, la historia clínica debió sufrir los cambios que acompañaron a la homeopatía del período pre al post - miasmático.
El hecho de que la entrevista apunte a conocer no solo la enfermedad sino al paciente en su conjunto, tiene que ver con el cambio de enfoque fundamental que se dio en este segundo período de la homeopatía.
En los siguientes parágrafos Hahnemann detalla el modo de llevar a cabo la historia clínica:

     Parágrafo 83:
     “El examen individualizado de un caso de enfermedad,  para el cual sólo daré en este lugar las instrucciones generales de las que el práctico sólo retendrá en su mente lo que es aplicable a cada caso individual, no exige al médico más que ausencia de prejuicio y sentidos perfectos, atención al observar y fidelidad al trazar el cuadro de la enfermedad.”

     Parágrafo 84:
     “El paciente detalla la historia de sus sufrimientos; los que le rodean refieren de que se ha quejado, cómo se ha portado y lo que han notado en él; el médico ve, oye y observa con sus otros sentidos lo que haya de alterado o extraordinario. Escribe con exactitud todo lo que el paciente y sus amigos le han dicho con sus propios términos. Guardando silencio les permite decir todo lo que tengan que referir y se contiene de interrumpirlos, (*) a menos que se desvíen hablando de otros asuntos. El médico les indica al principio del examen que hablen despacio a fin de que pueda anotar las parte importantes de lo que digan.”
(*) “Cada interrupción rompe el lazo de las ideas del narrador y todo lo que hubiese dicho al principio, no se vuelve a ocurrir exactamente del mismo modo después de ésta.”

     Parágrafo 85:
     “Empieza otra línea con cada nueva circunstancia mencionada por el enfermo o sus amigos, de modo que los síntomas estarán todos colocados separadamente unos debajo de otros. De este modo podrá añadir a cualquiera de ellos algo que al principio hubiese sido relatado de una manera demasiado vaga, pero que subsecuentemente se ampliase con claridad.”
   
     Parágrafo 86:
     “Cuando los narradores hubiesen concluido su relato espontáneo, el médico entonces revisa cada síntoma individual y saca una información más precisa de él de la manera siguiente: lee uno por uno los síntomas que le relataron y acerca de cada uno de ellos averigua más particularidades, p. ej. ¿en qué tiempo se presentó este síntoma? Fue antes de ingerir el medicamento que hasta ahora había estado tomando? ¿Mientras lo tomaba? ¿O solamente después de algunos días de dejarlo de tomar? ¿Qué clase de dolor, qué sensación precisamente, se han presentado en esta región? ¿O fue continuo, sin intermitencias? ¿Cuánto tiempo duró? ¿A qué hora del día o de la noche, y en qué posición del cuerpo se agravó o cesó por completo? Cuál era la naturaleza exacta de este o aquel acontecimiento o circunstancia mencionada, descritos con palabras sencillas o llanas.”

     Parágrafo 87:
     “Y así el médico obtiene una información más precisa respecto a cada detalle en particular, pero sin hacer nunca sus preguntas de modo que sugiera la respuesta al paciente, (*) y sólo tenga que responder afirmativa o negativamente algo incierto, a medias verdadero, o no rigurosamente exacto, ya por indolencia o al fin de complacer a su interrogador, de lo que resultará un cuadro falso de la enfermedad y un tratamiento impropio.”
(*) “Por ejemplo, el médico no debe preguntar: ¿Tal cosa o tal otra ha estado presente? -Nunca deberá ser culpable de hacer semejante sugestión, que tiende a sugerir al paciente una respuesta falsa y un relato inexacto de sus síntomas.”

     Parágrafo 88:
     “Si en estos detalles suministrados voluntariamente no se ha mencionado nada respecto a varias partes o funciones del cuerpo o de su estado mental, el médico preguntará qué más puede decirse de estas partes o funciones, o del estado de su ánimo o de su mente; (*) pero al hacer esto sólo hará uso de expresiones generales, a fin de que sus informantes se vean obligados a entrar en detalles especiales con referencia a ellos.”
(*) “Por ejemplo; ¿cuál es el carácter de su deposición? ¿Cómo es su sueño diurno y nocturno? ¿Cuál es el estado de su ánimo, de su humor, de su memoria? ¿Cómo está la sed? ¿Qué gusto tiene en la boca? ¿Qué clase de alimentos o bebidas le gustan más? ¿Cuáles le son más repugnantes? ¿Tiene cada alimento su gusto natural perfecto o alguno lo tiene extraño? ¿Cómo se siente después de comer o beber? ¿Tiene algo que decir respecto a la cabeza, los miembros o el abdomen?.”

     Parágrafo 89:
     “Cuando el paciente (porque es en él en quien tenemos principalmente que confiar para la descripción de sus sensaciones, excepto en el caso de enfermedades simuladas) por medio de estos detalles, suministrados espontáneamente y en respuesta al interrogatorio, proporcionó la información requerida y trazó un cuadro tolerablemente perfecto de la enfermedad, el médico está en libertad y obligado (si le parece que no ha adquirido todos los datos que necesita) a hacer preguntas más precisas, más especiales (*).”

(*) “Por ejemplo: ¿Con qué frecuencia evacúa? ¿Cuál es el carácter preciso de las deposiciones? ¿La deposición blanquecina es mucosa o fecaloide? ¿Tiene o no dolores durante la deposición? ¿Cuál es su naturaleza exacta y dónde está localizado? ¿Qué vomitó el enfermo? ¿El mal gusto de la boca, es pútrido, amargo o ácido o de qué clase; antes o después de comer o durante la comida? ¿En qué período del día estaba peor? ¿Cuál es el sabor de los eructos? ¿La orina sólo se enturbia al asentarse o está turbia desde que se expulsa? ¿Cuál es su color cuando se acaba de emitir? ¿De qué color es el sedimento? ¿Cómo se porta durante el sueño? ¿Gime, se queja, grita o habla mientras duerme? ¿Tiene subsaltos durante el sueño? ¿Ronca al inspirar o al espirar? ¿Se acuesta sobre el dorso o de qué lado? ¿Se abriga bien o no puede soportar las ropas? ¿Despierta con facilidad o duerme profundamente? ¿Cómo se siente inmediatamente después de despertar? ¿Cuándo se presenta este o aquel síntoma? ¿Cuál es la causa que lo produce cada vez que se presenta? ¿Viene cuando está sentado, acostado, parado o moviéndose? ¿Sólo en ayunas, o en la mañana, o en la tarde o después de tomar alimento o cuándo se presenta comúnmente? ¿Cuándo se presentó el escalofrío? ¿Fue sólo una sensación de frío o estaba realmente frío al mismo tiempo? ¿Si así fué, en qué partes? ¿O mientras se sentía escalofriado estaba caliente al tacto? ¿Era sólo una sensación de frío sin temblores? ¿Estaba caliente sin rubicundez de la cara? ¿Qué partes de su cuerpo estaban calientes al tacto, sentía calor sin estar caliente al taco? ¿Cuánto tiempo duró el escalofrío? ¿Cuánto el período de calor? ¿Cuándo se presentó la sed, durante el frío, el calor, antes o después de ellos? ¿Cuán intensa era la sed, y qué clase de bebidas deseaba? ¿Cuándo se presentó el sudor, al principio o al fin del calor? ¿O cuántas horas después del calor, cuando estaba dormido o despierto? ¿Cuál fué la intensidad del sudor? ¿Fue caliente o frío? ¿En qué partes? ¿Qué olor tenía? ¿De qué se quejaba antes o durante el período de frío? ¿De qué durante el de calor o después de él? ¿De qué durante el período de sudor o después de él?.
En la mujer téngase en cuenta el carácter de la menstruación y otros flujos o derramantes, etc.”

     Parágrafo 90:
     “Cuando el médico ha terminado de escribir estos pormenores, anota entonces lo que él mismo ha observado en el enfermo, (*) y averigua si algo de esto era peculiar al paciente, en estado de salud.”
(*) “Por ejemplo: Cómo se portó durante la visita, el enfermo. Si estaba malhumorado, pendenciero, apresurado, lloroso, ansioso, desesperado o triste, lleno de esperanza, tranquilo, etc. Si estaba en estado de somnolencia o en algún estado de comprensión difícil o torpe. Si hablaba ronco o en tono bajo, o incoherentemente. ¿O de qué otra manera hablaba? ¿Cuál era el color de su cara y ojos y de su piel en general? ¿Qué grado de vivacidad y poder había en su expresión y en sus ojos? ¿Cuál era el estado de su
 lengua, su aliento, el olor de su boca y de su poder auditivo? ¿Sus pupilas estaban dilatadas o contraídas? ¿Con qué rapidez y en qué extensión se modifican en la oscuridad y en la luz? ¿Cuál era el carácter del pulso? ¿Cuál la condición del abdomen? ¿Qué grado de humedad o calor, frialdad o sequedad al tacto tenía la piel de esta o aquella región, o en general? Si se acostaba con la cabeza echada hacia atrás, con la boca medio abierta o completamente abierta, con los brazos colocados debajo de la cabeza, en su espalda o en cualquiera otra posición. ¿Qué esfuerzo hacia para levantarse? Debe anotarse cualquiera otra cosa más que impresione al médico y sea interesante.”

     Parágrafo 91:
     “Los síntomas y sensaciones del enfermo durante el tiempo que toma un medicamento, no proporcionan la imagen pura de la enfermedad; pero, por otra parte, los síntomas y molestias que sufre antes del uso de los medicamentos o después que han sido suspendidos por varios días, dan la idea verdaderamente fundamental de la forma originaria de la enfermedad, y el médico debe tomar especialmente nota de ellos. Cuando la enfermedad es de naturaleza crónica y el paciente ha tomado medicamentos hasta el momento en que se le ve, el médico puede dejarlo, con provecho, algunos días sin medicamentos en absoluto, o mientras tanto, administrar algo de naturaleza no medicinal y aplazar a una época posterior el escrutinio más preciso de los síntomas morbosos, a fin de estar en condición de recoger en su pureza los síntomas permanentes, no modificados de la antigua afección, y de trazar un cuadro fiel de la enfermedad.”

     Parágrafo 92:
     “Si fuese una enfermedad aguda y su carácter grave no permitiese dilación, el médico deberá contentarse con observar la condición morbosa, aunque alterada por los medicamentos, si no pudiere averiguar qué síntomas existían antes del empleo de éstos, a fin de que pueda, a lo menos, formarse una imagen de la enfermedad en su condición actual; es decir, del conjunto patológico formado por la enfermedad medicinal y la primitiva, que por el uso de drogas inadecuadas es generalmente más grave y peligroso que la enfermedad primitiva; de aquí que necesite pronta y eficaz ayuda. Y de este modo, trazando el cuadro completo de la enfermedad, está capacitado para combatirla con remedios homeopáticos apropiados, de modo que el enfermo no será víctima de las drogas dañosas que ha ingerido.”

     Parágrafo 93:
     “Si la enfermedad se ha presentado en poco tiempo, o en el caso de una afección crónica, mucho tiempo antes, por alguna causa evidente, entonces, el enfermo, o sus amigos interrogados reservadamente, la mencionarán ya espontáneamente o bajo cuidadoso interrogatorio (*).”
(*) “Cualquiera causa de carácter vergonzoso, que no quieran confesar el enfermo y sus amigos, a lo menos voluntariamente, debe el médico tratar de obtenerla forzando hábilmente sus preguntas, o por información reservada. Pertenecen éstas, los envenenamientos o intentos de suicidio, el onamismo, los excesos en la crápula ordinaria o contra-natura, el abuso del vino, licores, ponche y otras bebidas irritantes, o del café -exceso en las comidas en general o de algún alimento en particular, de naturaleza nociva, -la infección venérea o la sarna, amores  desgraciados, celos, desdicha doméstica, preocupaciones, penas por alguna desgracia familiar, maltrato, venganza”

     Parágrafo 94:
     “Mientras se investigan el estado de una enfermedad crónica, debe considerarse y escudriñarse muy bien las circunstancias especiales del paciente respecto a sus ocupaciones ordinarias, su modo habitual de vivir y su dieta, su posición doméstica y así lo demás, para averiguar qué hay en ellas que pueda producir o sostener la enfermedad, a fin de que su remoción favorezca el restablecimiento (*).”

(*) “En las enfermedades crónicas de la mujer es especialmente necesario prestar atención al embarazo, esterilidad, deseos sexuales, partos, abortos, amamantamiento y el estado de la menstruación. respecto a la última, sobre todo, no descuidaremos averiguar si se presenta en intervalos demasiado correctos o si se retrasa más allá del tiempo normal, cuántos días dura si el flujo es continuo o intermitente, cuál es en general su cantidad, la fuerza de su color, si existe leucorrea antes o después, pero especialmente por qué clase de sufrimientos físicos o mentales, sensaciones y dolores es precedida, acompañada o seguida; si hay leucorrea ¿cuál es su carácter qué sensaciones acompañan el flujo, de qué cantidad es éste, en qué condiciones y ocasiones se presenta?.”

     Parágrafo 95:
     “La investigación en las enfermedades crónicas de los signos arriba mencionados, y de todos los demás, debe llevarse a cabo tan cuidadosa y circunstancialmente como sea posible y deben atenderse las peculiaridades más minuciosas; por una parte, porque en estas enfermedades son lo más característico y se asemejan menos a los de las enfermedades agudas, y si debe realizarse una curación deben anotarse exactamente; y por otra, porque los enfermos están tan habituados a sus largos sufrimientos que prestan muy poca o ninguna atención a los pequeños síntomas accesorios que son frecuentemente muy fecundos en significación (característicos) -a menudo muy útiles para determinar la elección del remedio- y los miran casi como una parte necesaria de su condición, casi como la salud, habiendo olvidado la sensación real de ellos en quince o veinte años de sufrimientos, y difícilmente llegan a creer que estos síntomas accesorios, estas grandes o pequeñas desviaciones del estado de salud, puedan tener alguna conexión con su enfermedad principal.”

     Parágrafo 96:
     “Además de esto, los pacientes mismos difieren tanto en su modo de ser, que algunos, especialmente los llamados hipocondríacos y otras personas de gran sensibilidad e impacientes a los sufrimientos, pintan sus síntomas con colores demasiado vivos y describen sus dolencias con expresiones exageradas, con el fin de urgir el médico que los alivie (*).”

(*) “No se encontrará nunca en los hipocondriacos aún entre los más impacientes, la invención de síntomas y sufrimientos. La comparación de éstos en épocas distintas cuando el médico no les da nada absolutamente o sólo algo que no es medicinal, lo demuestra plenamente; -pero debemos restar algo de su exageración, y atribuir siempre la naturaleza enérgica de sus expresiones a su excesiva sensibilidad, en cuyo caso esta misma exageración de sus expresiones cuando habla de sus sufrimientos viene a ser por sí mismo un síntoma importante en la lista de los caracteres distintivos de que se compone la imagen de la enfermedad. El caso es diferente si se trata de loco y simuladores viles de enfermedades.”

     Parágrafo 97:
     “Otros sujetos de modo de ser contrario, empero, unas veces por indolencia, otras por falsa modestia, otras por una especie de suavidad de carácter o debilidad de la voluntad, se abstienen de mencionar el número de sus síntomas, los describen con términos vagos o alegan que no son de trascendencia.”

     Parágrafo 98:
     “Ahora bien, si es cierto que debemos atender sobre todo la descripción de los sufrimientos y sensaciones del enfermo y dar crédito a sus propias expresiones con las cuales trata de hacernos comprender sus dolencias -que en boca de sus amigos y servidumbre frecuentemente son alteradas y erróneamente expresadas- también es cierto, por otra parte que en todas las enfermedades, pero especialmente en las crónicas, la investigación del cuadro completo y verdadero con sus peculiaridades, exige especial circunspección, tacto, conocimiento de la naturaleza humana, cautela en conducir la indagación y paciencia en un grado eminente.”

     Parágrafo 99:
     “En general, la investigación de las enfermedades agudas o de las que se han presentado hace poco, es mucho más fácil para el médico, porque todos los fenómenos y desviaciones de la salud que se ha perdido recientemente, están todavía frescos en la memoria del enfermo y de sus amigos; continúan todavía siendo recientes y notables. Ciertamente que el médico necesita también en tales casos saberlo todo; pero tiene mucho menos que inquirir; la mayor parte de las veces le son detallados espontáneamente.”

     Parágrafo 100:
     “Al investigar la totalidad de los síntomas de las enfermedades epidémicas y esporádicas, no tiene ninguna importancia el hecho de que haya o no aparecido antes en el mundo algo semejante con el mismo nombre o con otro. La novedad o peculiaridad de una enfermedad de esta clase no influye ni en el método de examen ni en el tratamiento, puesto que el médico debe considerar la imagen pura de cada enfermedad reinante como si fuera algo nuevo o desconocido e investigarla completamente en sí misma, si desea practicar la medicina de manera positiva y radical, jamás sustituyendo la observación actual por conjeturas, nunca dar por supuesto que la enfermedad ya era antes de él total o parcialmente conocida, sino que debe examinarla cuidadosamente en todas sus fases. Este modo de proceder es de lo más indispensable en tales casos, pues un cuidadoso examen demostrará que cada enfermedad reinante es en muchos respectos un fenómeno de carácter único, difiriendo grandemente de todas las epidemias anteriores, a las cuales se han aplicado ciertos nombres falsos con excepción de las epidemias que resultan de un principio contagioso que siempre permanece el mismo; tal como la viruela, el sarampión, etc.”

     Parágrafo 101:
     “Puede suceder fácilmente que en el primer caso de enfermedad epidémica que se presenta al médico, no obtenga desde luego el conocimiento de su imagen completa, pues solo por medio de una observación precisa de varios casos de cada una de estas enfermedades colectivas, pueda convertirse en experto con la totalidad de sus signos y síntomas. No obstante, el médico cuidadosamente observador puede aun con el examen del primero o segundo enfermo llegar lo más aproximado posible al conocimiento del verdadero estado, teniendo en la mente una imagen característica de él, y aun tener éxito encontrando el remedio apropiado, homeopáticamente adaptado.”

     Parágrafo 102:
     “Con el hecho de escribir los síntomas de varios casos de esta clase, el diseño del cuadro de la enfermedad se hace cada vez más completo; no más extenso y difuso sino más significativo (más característico) e incluyendo más particularidades de esta enfermedad colectiva. Por una parte, los síntomas generales (p. ej. pérdida del apetito, insomnio, etc.) quedan perfectamente definidos en cuanto a sus peculiaridades y por otra, los síntomas más notables y especiales que son peculiares a pocas enfermedades y de aparición más rara, al menos en la misma combinación, se hacen prominentes y constituyen lo que es característico de la enfermedad (*). Todos los atacados de la enfermedad reinante, al mismo tiempo, la contraen indudablemente de una sola y misma fuente, de aquí que tengan la misma enfermedad; pero toda la magnitud de una enfermedad epidémica y la totalidad de sus síntomas (cuyo conocimiento, que es esencial para permitirnos elegir el remedio homeopático más conveniente para este conjunto de síntomas, se obtiene con el examen completo del cuadro morboso) no puede conocerse por un solo paciente, solo puede ser perfectamente deducida (abstraída) y descubierta por los sufrimientos de varios enfermos de constituciones diferentes.”

(*) “El médico que ha podido ya escoger en los primeros casos el remedio que se aproxima a la especifidad homeopática, podrá en los casos subsecuentes ya verificar la conveniencia del remedio elegido, o descubrir el más apropiado, el más homeopático.”

     Parágrafo 103:
     “Del mismo modo como aquí se ha dicho con relación a las enfermedades epidémicas, que generalmente son de carácter agudo, las enfermedades crónicas miasmáticas, que, como he demostrado, siempre permanecen las mismas en su naturaleza esencial, especialmente la psora, deben investigarse en todos sus síntomas y de un modo mucho más minucioso de lo que ha hecho antes, porque también en dichas enfermedades un paciente solo exhibe una parte de los síntomas, un segundo, un tercero, etc., presentan algunos otros, que también son (separados como están) parte de la totalidad de los síntomas que constituyen la extensión completa de la enfermedad. De modo que todo el conjunto de síntomas que pertenece a una enfermedad miasmática crónica, y especialmente a la psora, solo puede descubrirse por la observación de muchos pacientes individualmente afectados de tales enfermedades crónicas; y sin un examen completo y un cuadro colectivo de estos síntomas no puede descubrirse el medicamento capaz de curar homeopáticamente (es decir, antipsórico) toda la enfermedad. Estos medicamentos son, al mismo tiempo los verdaderos remedios de varios pacientes que sufren de tales enfermedades crónicas.”
     Parágrafo 104:
     “Cuando la totalidad de los síntomas que especialmente caracterizan y distinguen el caso patológico, o en otras palabras, cuando el cuadro de la enfermedad, cualquiera que sea su clase, está una vez trazado (*) la parte más difícil del trabajo está concluida. El médico tiene entonces la imagen de la enfermedad siempre frente a sí para guiarle en el tratamiento, especialmente si es crónica; puede investigarla en todas sus partes y escoger los síntomas característicos, a fin de oponerles, es decir, a toda la enfermedad, una fuerza morbífica artificial y muy semejante, en forma de sustancia medicamentosa elegida homeopáticamente, tomada de la lista de todos los medicamentos cuyos efectos puros han sido descubiertos. Durante el tratamiento, cuando desea averiguar cuál ha sido el efecto del medicamento y qué cambios se han realizado en el estado del paciente, solo necesita borrar, después de un nuevo examen, de la lista de síntomas anotados en la primera visita, los que se hayan mejorado, marcar los que aún persisten y añadir cualesquiera otros nuevos que hayan sobrevenido.”

(*) “El médico de la antigua escuela se preocupa muy poco de este asunto en su tratamiento. No podría escuchar, del paciente, ningún pequeño detalle de todas las circunstancias del caso; con frecuencia, a la verdad, le interrumpe en la relación de sus sufrimientos a fin de que no le retarde la escritura rápida de su receta, compuesta de una variedad de ingredientes desconocidos para él en sus verdaderos efectos. Ningún médico alópata como se ha dicho, intenta conocer todas las pequeñas circunstancias del caso del enfermo y todavía menos ha escrito una nota de ellos. Al volver a ver al paciente varios días después, no recuerda nada referente a los pocos detalles que oyó en la primera visita (habiendo visto, en el intervalo, muchos otros enfermos afectos de diversos padecimientos), ha dejado que todo entre por un oído y salga por el otro. En las visitas siguientes solo hace algunas preguntas generales, aparenta tomar el pulso, mira la lengua y al instante escribe otra receta basada siempre en principios irracionales o manda que se continúe con la primera (en grandes cantidades varias veces al día) y con un saludo gracioso sale deprisa a visitar de este modo inconsciente a los 50 o 60 enfermos, durante la mañana. La profesión que entre todos requiere actualmente mucha reflexión, un examen concienzudo, cuidadoso del estado de cada paciente y un tratamiento especial fundado en ello, era conducido de esta manera por gentes que se llaman así mismos médicos, prácticos racionales. El resultado como naturalmente debía esperarse, era casi invariablemente malo; y no obstante, los pacientes acudían a consultarles, ya porque no había mejores, o ya por costumbre.”

     Parágrafo 207:
     “Cuando se han obtenido los datos anteriores le queda todavía al médico homeópata averiguar qué clase de tratamiento alopático se adoptó hasta ese momento para la enfermedad crónica, qué clase de medicamentos perturbadores se emplearon principalmente y frecuentemente, también qué clase de baños minerales se han usado y qué efectos produjeron, con el fin de comprender hasta cierto punto, la degeneración de la enfermedad de su estado original, y si fuera posible, corregir estas perniciosas alteraciones artificiales, o ponerle en condiciones de evitar el empleo de medicamentos que ya han sido usados impropiamente.”

     Parágrafo 208:
     “Después debe tomarse en consideración la edad del paciente, su género de vida y clase de alimentación, sus ocupaciones, su posición doméstica, sus relaciones sociales y así lo demás, a fin de averiguar si estas cosas han contribuido a aumentar su enfermedad, o en qué grado han favorecido o estorbado el tratamiento. Del mismo modo debe atenderse su carácter y manera de pensar, para saber si presentan algún obstáculo al tratamiento, o necesitan ser dirigidos, estimulados o modificados.”

     Parágrafo 209:
     “Después de hacer esto, el médico procurará, en conversaciones frecuentes con el paciente, trazar el cuadro de la enfermedad tan completamente como sea posible, conforme a las instrucciones dadas arriba, a fin de estar en condición de dilucidar los síntomas más notables y peculiares (característicos), de acuerdo con los cuales elige el primer remedio antipsórico o cualquier otro que tenga el parecido sintomático más grande, para comenzar el tratamiento, siguiendo en la misma forma.”

     Es interesante la referencia del parágrafo 103 sobre las enfermedades agudas y crónicas, equiparando los síntomas patogenéticos del medicamento y la enfermedad. Así como cada experimentador aporta a la patogenesia algunos síntomas del remedio de acuerdo a su sensibilidad y constitución, del mismo modo en las enfermedades agudas y crónicas cada paciente manifiesta también sólo algunos síntomas de esa enfermedad miasmática.
     Así podemos entender como pacientes con diferentes síntomas responden curativamente a un remedio que  cubre patogenéticamente ese conjunto.

Cuestionarse a veces por ej. ¿cómo tal paciente va a ser sulphur si no tiene deseo de grasas o si no es caluroso ?
Cada paciente presenta algunos síntomas del remedio, que sumados a los de otros pacientes, exponen la enfermedad miasmática total que refleja ese remedio. Cada paciente está enfermo, contagiado, ultilizando el término de Hahnemann, por un miasma que refleja un determinado remedio, pero solo se expresa en ciertas áreas predisponentes mentales o corporales de su constitución.
     Parece mas acertado decir que el paciente está enfermo de tal remedio, a que es tal remedio. No obstante, en esta disquisición entre ser y estar, encontramos pacientes con síntomas de mayor arraigo constitucional de cierto remedio y otros pacientes en los que esto se da en menor grado.
En este sentido, la historia clínica que presenta Hahnemann, apunta a la búsqueda de una totalidad en la que los síntomas históricos y aquellos que hacen al modo de ser del sujeto están fuertemente contemplados. Ningún detalle escapa a este análisis, desde la importancia de los síntomas mentales, el sueño o los deseos y aversiones alimenticias, mas allá que aparentemente ninguna de estas áreas esté vinculada con la enfermedad o motivo de consulta del paciente.
Esto responde a la comprensión miasmática de las enfermedades, que involucra al sujeto en su conjunto, donde el método de historia clínica extraído de la última edición del Organon, denota esta segunda etapa de la homeopatía.