Parte 24 - La prescripción - Unicismo


La prescripción


     La prescripción es la indicación del remedio que surge del análisis y jerarquización de los síntomas.
La coronación de todo el esfuerzo previo se expresa en la elección del remedio mas semejante al cuadro del paciente.
Comentaremos los siguientes aspectos: unicismo, dosis y modalidad de prescripción en distintas situaciones.


Unicismo


     Hahnemann remarcó que se debe administrar solo un remedio en cada prescripción, fundamento del método homeopático.
La necesidad de respetar este enunciado se desprende de la comprensión de la doctrina. Aún así Hahnemann  enfatiza las razones.
Vayamos a los parágrafos correspondientes:

     Parágrafo 169:
     “Si al examinar por primera vez una enfermedad y al elegir el medicamento por vez primera, encontrásemos que la totalidad de los síntomas de la enfermedad no son cubiertos efectivamente, por los elementos morbosos de un solo medicamento, debido a que se conoce un número insuficiente de éstos ; pero que dos de ellos compiten en preferencia en cuanto a su indicación apropiada, de los cuales uno es mas conveniente homeopático para una porción de los síntomas de la enfermedad, y otro, para otra, no es de aconsejarse, después del empleo del mas conveniente de los dos, administrar el otro sin nuevo examen, y mucho menos darlos juntos, (parágr.272 nota), porque el medicamento que parezca que mejor debe seguir, pudiera no serlo, bajo el cambio de circunstancias que ha tenido lugar, mientras tanto, para el resto de los síntomas que subsista entonces. En este caso, por consiguiente, debe elegirse un medicamento homeopático mas apropiado, en lugar del segundo, para el grupo de síntomas tal como aparecen en el nuevo examen.”

     Parágrafo 170:
     “De aquí que en éste, como en todo caso en que se ha presentado un cambio del estado morboso, debe indagarse el grupo restante de síntomas que ahora existe, y (sin prestar ninguna atención al medicamento que parecía ser al principio el que debía seguir desde el punto de vista de su conveniencia) debe elegirse otro medicamento homeopático, tan apropiado como sea posible, al nuevo estado actual. Si aconteciere, lo que no es frecuente, que el medicamento que manifestaba ser el que siguiese mejor, todavía parezca bien adaptado al estado morboso que persiste, tanto más será digno de confianza, y merece emplearse de preferencia a otro.”

     Parágrafo 171:
     “En las enfermedades crónicas no venéreas, las más frecuentes, por lo tanto, que provienen de la psora, se necesita con frecuencia, para realizar una curación, dar varios remedios antipsóricos sucesivamente, siendo elegido homeopáticamente cada uno de ellos, de acuerdo con el grupo de síntomas que ha quedado después de que el remedio anterior ha terminado su acción.”

     Parágrafo 273:
     “En ningún caso en tratamiento es necesario y por consiguiente no es tolerable administrar a un enfermo más de un medicamento solo y simple, en una sola vez. No se concibe que pueda existir la más ligera duda acerca de qué sea más conforme con la naturaleza y más racional o prescribir un medicamento sólo y simple (*) en una sola vez, o mezclar varias diferentes drogas. La homeopatía, que es el arte de curar verdadero, simple y natural, prohibe absolutamente dar a un enfermo al mismo tiempo dos diferentes sustancias medicinales.”

(*) “Dos sustancias, opuestas una a la otra, unidas al sodio y sus sales por afinidad química en proporciones invariables, como los metales sulfurados que se encuentran en la tierra y los producidos por el arte en combinaciones proporcionadas y constantes de sulphur y sales alcalinas y terrosas, (p. ej. natr. sulph. y calc. Sulph.), así como los éteres producidos por la destilación del alcohol y los ácidos pueden considerarse, juntamente con phosphorus como medicamentos simples por el médico homeópata y usados como tales en sus enfermos. Por otra parte, los extractos obtenidos por medio de ácidos de los llamados alcaloides de las plantas, están sujetos a gran variedad en su preparación (p. ej. quinina, estricnina, morfina), y, por lo tanto, no pueden aceptarse por le médico homeópata como medicamentos simples, siempre el mismo, especialmente cuando posee en las plantas mismas, en su estado natural (corteza de china, nux vom., opium) todas las cualidades o virtudes necesarias para curar. Además, los alcaloides no son los únicos elementos constituyentes de las plantas.”

     Parágrafo 274:
     “Como el verdadero médico encuentra en los medicamentos simples, administrados solos y sin combinarlos, todo lo que posiblemente puede desear (fuerzas de la enfermedad artificial que son capaces por su poder homeopático de vencer completamente, extinguir y curar de modo permanente la enfermedad natural), nunca pensará, atento a la sabia máxima «es un error emplear medios compuestos cuando los simples bastan», dar como remedio sino un medicamento simple y solo. Por estas razones también, aun cuando los medicamentos simples hubiesen sido completamente experimentados para obtener sus efectos peculiares sobre el organismo en perfecta salud, es no obstante imposible prever cómo dos o más sustancias medicinales pueden, combinadas, estorbar y alterar cada una la acción de la otra sobre el organismo humano. Por otra parte, el empleo en las enfermedades de un solo medicamento cuya totalidad de síntomas es conocida exactamente, presta ayuda eficaz por sí misma y sólo si se le ha elegido homeopáticamente; y aún suponiendo que acontezca el peor caso de no ser elegido estrictamente conforme a la similitud de los síntomas y por consiguiente no beneficie, sin embargo, es bastante útil pues nos da a conocer los agentes terapéuticos provocando la aparición de síntomas nuevos, síntomas que el medicamento ya había determinado en su experimentación en el organismo sano, confirmándolos de esta manera, ventaja que no se obtiene con el empleo de los remedios compuestos (*).”

(*) “Cuando el médico racional ha elegido y administrado el remedio perfectamente homeopático en un caso patológico bien estudiado, abandonará la práctica rutinaria e irracional de la escuela alopática de dar bebidas o aplicar fomentos de diferentes plantas, o lavativas medicinales o fricciones con ungüentos.”

     La cura por lo similar proviene de la prescripción de un medicamento, cuyos efectos son conocidos debido a la experimentación previa de esa única substancia en distintos sujetos es decir, a cada patogenesia.
    
     Resulta un grueso error de comprensión utilizar varios medicamentos homeopáticos a la vez, ya que como señala Hahnemann, es imposible prever cómo dos o más sustancias medicinales pueden, combinadas, estorbar y alterar cada una la acción de la otra sobre el organismo humano”.
No se puede saber que clase de interferencia puede ocasionar en la energía vital del sujeto, pues  nunca fueron experimentadas en forma conjunta, no tienen registro patogenético.

     Esta práctica distorsionada muestra no comprender otro punto esencial de la doctrina: la supresión.
Indican varios remedios por un determinado síntoma dejando de lado las características de la totalidad. Aún las veces que logran desaparecer algún síntoma, crea el serio riesgo de provocar supresiones.
Desconocen consecuentemente también la ley de curación.

     No hay que confundir unicismo con medicamento único para toda la vida.
Existen pacientes que responden al medicamento único para toda la vida, pero en muchos casos no es así.
Hahnemann en realidad señala la necesidad de prescribir probablemente una sucesión de remedios en el proceso de curación miasmático.


Respecto a las dosis  


     El tema de las dosis merece especial atención.
Hahnemann fue cambiando a lo largo de su vida el modo de administrar el remedio. Al inicio utilizaba la dosis única centesimal en glóbulos, eventualmente diluidos en un poco de agua.
     En la última edición del Organon, si bien no abandona el anterior sistema, incorpora uno nuevo, paralelamente con una nueva escala de dinamización. De la centesimal pasa a la cincuentamilesimal o LM que detallaremos mas adelante.
     Este nuevo método conocido también como  plus, consiste en dar el remedio en agua, pudiendo reiterar la dosis varias veces al día, por semanas o meses, con la precaución de hacer una serie de sucusiones al frasco antes de cada toma, a fin de modificar el grado de dinamización entre las dosis.
Vayamos a los parágrafos correspondientes:

     Parágrafo 238:
     “No pocas veces una sola dosis del medicamento apropiado ha destruido varios ataques y restablecido la salud, pero en la mayoría de los casos debe administrarse otra dosis después de cada ataque. Sin embargo, es todavía mejor, cuando el carácter de los síntomas no ha cambiado, repetir sin ninguna dificultad dinamizando cada dosis sucesiva con 10-12 sucusiones del frasco conteniendo la sustancia medicinal que fue administrada, conforme al más reciente descubrimiento de la repetición de las dosis (véase nota del parágr. 270). No obstante, a veces hay casos, aunque raros, en que la fiebre intermitente vuelve después de varios días de haber cesado. Este retorno de la misma fiebre después de un intervalo de salud, sólo es posible cuando el principio morboso que la produjo primero está todavía obrando sobre el convaleciente como sucede en las regiones pantanosas. En este caso la curación permanente sólo puede tener lugar, a menudo, apartando al sujeto de este factor causal, buscando un lugar montañoso para habitar, si la causa de la fiebre fuese la región pantanosa.”

     Parágrafo 246:
     “Toda mejoría perceptiblemente progresiva y en aumento notable durante el tratamiento, es una condición que impide en absoluto todo el tiempo que dura, la repetición de cualquier medicamento, porque todo el beneficio que está efectuando el medicamento administrado, se está acercando hacia su completa realización. Esto es frecuente en los casos de enfermedades agudas, pero en las enfermedades más crónicas por otra parte, una sola dosis del remedio homeopático elegido convenientemente, desarrollará toda su acción aún con una mejora lenta y progresiva, y contribuirá a que tal remedio en determinado caso pueda realizarla naturalmente en 40, 50, 60, 100 días. Esto, no obstante, es raro; además es de gran importancia tanto para el médico como para el paciente, que si fuese posible, se redujera este periodo a la mitad, a un cuarto o aún a menos, de manera que pudiera obtenerse una curación más rápida. Y esto puede efectuarse muy afortunadamente bajo las siguientes condiciones, según me han enseñado observaciones recientes y a menudo repetidas: en primer lugar, si el medicamento elegido con el mayor cuidado es perfectamente homeopático; en segundo lugar, si el medicamento ha sido administrado en alta potencia, disuelto en agua y en pequeña dosis apropiada según la experiencia haya enseñado como la más conveniente, y a intervalos definidos para que la curación se efectúe más rápida, pero con la precaución de que el grado de dinamización de cada dosis se diferencie algo de la que le precede y de la que le sigue. De esta manera el principio vital que debe alterarse produciendo una enfermedad medicinal análoga, no se rebele provocando reacciones contrarias, como sucede siempre en el caso (*) en que se repite con mucha frecuencia dosis de una dinamización no modificada de un medicamento.”

(*) “Lo que dije en la quinta edición del organón, en una nota extensa a este párrafo con el fin de impedir estas reacciones no deseadas de la fuerza vital, era todo lo que la experiencia me había justificado. Sin embargo, durante estos cuatro o cinco años todas estas dificultades se han resuelto por completo con mi nuevo y perfecto método modificado. El mismo medicamento cuidadosamente elegido puede darse ahora diariamente y por meses, si fuese necesario de este modo, a saber: después que los grados más bajos de la potencia se han usado por una o dos semanas en el tratamiento de las enfermedades crónicas, se aumenta el grado de la potencia hacia la más altas (principiando conforme al nuevo método de dinamización que aquí se enseña con el uso de las más bajas potencias).”

     Parágrafo 247:
     “No es razonable repetir la misma dosis no modificada de un remedio dado, sin hacer mención de su repetición frecuente (y a cortos intervalos con el fin de no retardar la curación). El principio vital no acepta sin resistencia estas dosis no modificadas, es decir, sin manifestar otros síntomas del medicamento que los semejantes a la enfermedad que se trata de curar, porque la primera ya realizó todo el cambio que se esperaba en el principio vital, y una segunda dosis no modificada del mismo medicamento dinámicamente similar en todo, ya no encontrará, por consiguiente, las mismas condiciones de la fuerza vital. El paciente, a la verdad, se le puede enfermar de otro modo al recibir otra dosis no modificada, enfermarlo aún más que antes, pues ahora sólo son activos los síntomas del remedio no homeopático a la enfermedad original, de aquí que no se de ni un paso hacia la curación, sino hacia una verdadera agravación de la condición del paciente. Pero si la dosis siguiente es modificada ligeramente cada vez, es decir, de dinamización más alta (párrafos 269-270), entonces el principio vital puede ser influenciado sin ninguna dificultad por el mismo medicamento (la sensación patológica disminuye) y de este modo la curación es más pronta (*).”

(*) “No se debe administrar al paciente, aún cuando se trate del remedio homeopático mejor elegido, por ej. un glóbulo de la misma potencia que fué beneficiosa al principio, una segunda o tercera dosis, en seco. De la misma manera, si la medicina fué disuelta en agua y la primera dosis fué beneficiosa, una segunda, tercera o más pequeña dosis tomada del frasco sin agitarlo, aún a intervalos de pocos días, no hará ningún beneficio más, aún cuando la preparación original hubiese sido potentizada con diez sucusiones o como he sugerido después con sólo dos sucusiones a fin de evitar esta desventaja, y esto conforme a las razones anteriores. Pero si se modifica cada dosis en su grado de dinamización, como aquí enseño, no hay perjuicio aunque la dosis se repita con más frecuencia, y el medicamento fuese de muy elevada potencia debida a muchas sucusiones. parece como si el remedio homeopático mejor elegido pudiese librar a la fuerza vital de la perturbación morbosa, en las enfermedades crónicas, solamente si se le administra en varias diferentes formas.”

     Parágrafo 248:  
     “Con este fin potentizamos de nuevo la solución medicinal (*) (con 8, 10, 12 sucusiones) de la que damos al enfermo una o (en aumento) varias cucharaditas, en las enfermedades de larga duración diariamente o cada dos días, en las agudas cada dos o seis horas y en casos muy urgentes cada hora o con más frecuencia. Así en las enfermedades crónicas todo medicamento homeopático correctamente elegido, aún aquel cuya acción sea de larga duración, debe repetirse diariamente por meses con éxito siempre creciente. Si la solución se agota (de siete a 15 días), es necesario añadir a la siguiente solución del mismo medicamento, si todavía está indicado, uno o (aunque raramente) varios glóbulos de una potencia más alta con la cual se continuará mientras el paciente siga mejorando, sin que se presente uno u otro sufrimiento que nunca hubiese tenido antes, durante su vida. Si esto acontece, si el balance o saldo de la enfermedad aparece en un grupo de síntomas alterados, modificados, entonces debe escogerse otro medicamento más homeopático relacionado al caso, en lugar del último, y administrarlo en las mismas dosis repetidas, teniendo cuidado, sin embargo de modificar la solución de cada dosis con sucusiones vigorosas y completas, para cambiar y aumentar su grado potencial.
Por otra parte, aparecerá alguna vez durante la repetición casi diaria del remedio homeopático bien elegido, y hacia el fin del tratamiento de una enfermedad crónica, la llamada agravación homeopática, en la cual los síntomas morbosos parecen aumentar algo otra vez (la enfermedad medicinal, semejante a la natural, es la que ahora se manifiesta por sí misma). En este caso las dosis deben entonces disminuirse todavía más y repetirla a largos intervalos y quizás suspenderlas varios días a fin de ver si la convalecencia no necesita más ayuda medicamentosa. Los síntomas artificiales producidos por el exceso de medicamento homeopático desaparecerán pronto y dejarán la salud en perfecto estado. Si sólo se ha disuelto por sucusiones un glóbulo del medicamento en una dracma de alcohol diluido para usarlo en el tratamiento por olfatación cada dos, tres o cuatro días, esta dilución también debe agitarse vigorosamente ocho o diez veces antes de cada olfatación.”

(*) “Hecha en 40, 30, 20, 15 o 8 cucharadas grandes de agua alcoholizada o con un pedazo de carbón en ella con el fin de evitar su descomposición. Si se usa el carbón, éste se mantendrá suspendido dentro del frasco con un hilo. Cuando se sacuda el frasco se saca el carbón. La solución del glóbulo medicinal (es raro que se tenga que usar más de un glóbulo) de un medicamento completamente potentizado en una gran cantidad de agua, puede evitarse haciendo una solución en sólo 7 u 8 cucharadas de agua y después de la sucusión completa del frasco, tomar de él una cucharada y ponerla en un vaso de agua (7 u 8 cucharadas), agitarlo muy bien y dar al paciente una dosis. Si el paciente es muy sensible y excitable, se pone una cucharadita de esta solución en un segundo vaso de agua, se agita muy bien y se da una cucharadita o más por dosis. Hay pacientes tan sensibles que se necesita preparar en esta forma un tercero o cuarto vaso. Cada vaso de estos debe prepararse cada vez que se necesita. El glóbulo de alta potencia mejor es triturarlo en azúcar de leche, que pondrá el paciente en un frasco y disolverá en la cantidad de agua necesaria.”

     Comentaré el apartado de este parágrafo al considerar el tema agravación homeopática.

     Parágrafo 272:
     “Un glóbulo de esta clase (*) puesto en seco sobre la lengua, es una de las más pequeñas dosis para un caso de enfermedad reciente y moderada. El medicamento aquí no tocará sino pocos nervios. Pero si se toma otro glóbulo igual y se tritura con azúcar de leche y se disuelve en bastante agua y se sacude bien antes de cada vez que se administre, se obtendrá un medicamento mucho más poderoso para varios días. Cada dosis, no importa lo pequeña que sea, impresionará, al contrario, muchos nervios.”
(*) “Estos glóbulos (parágr. 270) retienen su virtud medicinal por muchos años, si están protegidos contra la luz y el calor del sol.”

     En resumen :
Hahnemann trabajó con dos modalidades de dosis:
Dosis únicas, en glóbulos,  fundamentalmente en escala centesimal.
Dosis repetidas, en agua alcoholizada, con la escala LM.
     Es importante remarcar que Hahnemann contraindica la repetición frecuente de dosis en glóbulos, considerando que solo es posible hacerlo con el método líquido, sucusionando el frasco antes de cada toma a fin de modificar el grado de dinamización entre las mismas.

Las dosis en glóbulos repetidas de la misma dinamización pueden perjudicar mas que ayudar al paciente, señala Hahnemann:

 “El principio vital no acepta sin resistencia estas dosis no modificadas... porque la primera ya realizó todo el cambio que se esperaba en el principio vital, y una segunda dosis no modificada del mismo medicamento dinámicamente similar en todo, ya no encontrará, por consiguiente, las mismas condiciones de la fuerza vital. El paciente, a la verdad, se le puede enfermar de otro modo al recibir otra dosis no modificada, enfermarlo aún más que antes...”
Esto puede evitarse con el nuevo método líquido “con la precaución de que el grado de dinamización de cada dosis se diferencie algo de la que le precede y de la que le sigue. De esta manera el principio vital que debe alterarse produciendo una enfermedad medicinal análoga, no se rebele provocando reacciones contrarias, como sucede siempre en el caso en que se repite con mucha frecuencia dosis de una dinamización no modificada de un medicamento.”

     Si bien Hahnemann describe el método líquido aplicando la escala LM, algunas escuelas se han volcado a utilizarlo también con la escala centesimal, ya que un aspecto central de este sistema es la modificación del grado de dinamización entre las dosis.


Sobre el modo de tomar el remedio con dosis única


     Respecto a las dosis únicas en glóbulos, vayamos a los siguientes comentarios de Hahnemann :
     Del Tratado de las enfermedades crónicas:

     “El mejor momento para tomar la dosis del remedio antipsórico parece ser por la mañana, temprano y en tanto se está  en ayunas, con preferencia a hacerlo por la noche, una hora antes de dormir.”

“...si se desea que actúe débilmente, deberá  ser tomado en seco y permitir que se disuelva sobre la lengua, o bien deberá  ser humedecido con dos o tres gotas de agua sobre una cuchara y ser así ingerido, cuidando de no beber ni comer algo hasta que haya transcurrido media hora a una hora.**”

“** Si es propósito que el remedio actúe con mayor intensidad deberá ser revuelto en un poco más de agua, hasta que se disuelva, antes de ser ingerido, y en mayor cantidad de agua si se intenta incrementar su poder, y el médico deberá prescribir entonces la cantidad de la solución que deberá tomarse por vez. Si él ordenare que la solución sea tomada en uno, dos o tres días, ella deberá ser agitada, no sólo la primera vez mas también cada una de las subsiguientes, por lo cual cada porción así agitada adquirirá  mayor grado de potencia, lo que favorecerá su recepción por la fuerza vital. Prescribir una misma solución para cantidad mayor de días no es aconsejable puesto que el agua, luego de tal lapso, comenzará  a corromperse. El procedimiento para que cada dosis , por olfación pueda ser adaptada al grado de potencia que se persiga ya ha quedado explicado.”

     Es interesante rescatar que Hahnemann en algunas oportunidades también utilizaba la olfación como medio de administrar el remedio, sobre todo en cuadros leves o intercurrentes.


Sobre no apresurarse a cambiar el remedio


     Hahnemann aconseja con firmeza no apresurarse a cambiar de remedio. No perturbar su acción ni cambiarlo frente a pequeñas molestias pasajeras en el curso del tratamiento antipsórico. En muchos casos, remarca que puede ser muy larga la acción de un remedio bien elegido.

     Del Tratado de las Enfermedades Crónicas:

     “Ya ha quedado expuesta la transcendental verdad de que todas las dolencias crónicas, todas las enfermedades graves, gravísimas, persistentes (con excepción de las pocas venéreas), surgen únicamente de la psora y sólo pueden ser totalmente curadas cuando sea curada la psora; por consiguiente, los únicos remedios eficaces a tal fin son los antipsóricos, los remedios cuya acción pura, experimentada sobre el cuerpo humano en estado de buena salud, ha exhibido la mayoría de los síntomas que se observan con más frecuencia en la psora latente así como en la desarrollada.”

     “Y luego de haber seleccionado correctamente el medicamento antipsórico y en tanto esté actuando, porque el paciente sienta algún día moderada cefalalgia o cualquier otro moderado malestar, que ni le pase por la mente que su deber es prescribir de inmediato algún otro medicamento, sea antipsórico o no; o si se presentare algún dolor de garganta, diarrea o cualquier dolor moderado, que es preciso cambiar de remedio.
­De ningún modo! Cuando la medicina antipsórica haya sido seleccionada, en la medida de lo posible, de conformidad con la sintomatología mórbida y haya sido dada en la dinamización adecuada y en la dosis correcta, debe permitírsele como norma que concluya su acción, la que no debe  ser perturbada por la intercalación de otro remedio.”
     “El tercer error importante en que no debe incurrir el médico homeópata al tratar enfermedades -a cuyo fin jamás puede ser excesivamente cuidadoso ni suficientemente firme- es el de apresurarse a dar otro medicamento suponiendo, precipitada e irreflexivamente, que la pequeña dosis de la medicina antipsórica correctamente seleccionada, que actuó bien durante algunos días, por haber sido tan diminuta no es posible que continúe siendo eficaz luego de ocho a diez días. Se ha pretendido que el fundamento de esta suposición sea el hecho observado de que alguna vez, durante el periodo en que ha actuado el medicamento, hayan aparecido ocasionalmente los síntomas mórbidos cuya erradicación se procura.

Pero cuando el remedio ha sido seleccionado de modo homeopáticamente correcto y está  actuando bien y eficazmente -lo que puede ser observado ya al octavo o al décimo día- es posible que se presente alguna agravación homeopática moderada de una hora o quizás de medio día de duración. No por ello dejarán de producirse los buenos resultados que se esperan, pero tratándose de enfermedades agobiantes aquellos resultados no se presentarán con nitidez antes del vigésimo cuarto o trigésimo día.
En tales casos es probable que la dosis concluya su acción favorable alrededor del día cuadragésimo o quincuagésimo y antes de que tal plazo se cumpla sería insensatez administrar otro medicamento, el que obstaculizaría el avance hacia la curación. Más aún, que jamás se piense que en cuanto haya transcurrido el tiempo de acción asignado al remedio, debamos apresurarnos a cambiarlo por otro a fin de lograr la curación más rápidamente. La experiencia destierra absolutamente tal suposición y enseña precisamente lo contrario: que no hay medio más rápido ni más seguro de lograr la curación que el de permitir que el antipsórico bien escogido continúe actuando durante todo el lapso en que la mejoría sea evidente, aunque ello signifique numerosos y hasta muchos días* más allá  del lapso asignado, demorando así prudentemente prescribir otro remedio.”

     “En casos de enfermedades crónicas es corriente que se necesiten varios remedios antipsóricos, pero cambiarlos repentina y frecuentemente es indicio de que el médico a ninguno seleccionó correctamente, de manera homeopática, y de que no ha investigado a fondo los principales síntomas del caso, paso que es previo al de prescribir nuevo remedio. Es éste error frecuente en que incurre el médico homeópata al tratar casos graves de enfermedades crónicas, pero aún más frecuente es que se apresure en casos de enfermedades agudas y muy en particular cuando está  vinculado afectivamente al paciente. Parece insuficiente toda prevención que al respecto pueda efectuar.”


Sobre el cambio de remedio en las enfermedades crónicas


     Hemos mencionado al hablar de miasmas, la alta probabilidad de necesitar la intervención de varios remedios en el tratamiento de un trastorno crónico.

     Del Tratado de las Enfermedades crónicas:

     “Corresponde mencionar aquí la curiosa circunstancia de que toda diátesis psórica, es decir, tanto de la psora que todavía está  latente en lo interior como de la psora que ya se ha desplegado en alguna de las innumerables enfermedades crónicas que de ella pueden surgir, muy raramente habrá  de ser curada por un solo remedio antipsórico y requerirá , por lo contrario, el empleo de varios de estos remedios -y en los casos de mayor gravedad el empleo de muchos de ellos- uno a continuación de otro; la única excepción la constituye la enfermedad de sarna cuya reciente erupción cutánea no haya sido suprimida aún, puesto que es fácilmente curable por vía interna.”

     “No debe sorprendernos la circunstancia expuesta si consideramos que la psora es un miasma crónico de carácter muy peculiar, muy especial, que durante miles de años ha estado pasando por muchos millones de organismos humanos, asumiendo así tan vasta diversidad de síntomas -constituyentes de esas innumerables dolencias crónicas, no venéreas, bajo las cuales gime actualmente la humanidad- que ha podido evolucionar transmutándose en muchísimas formas indefinidas y diferentes, en tanto se iba completando al pasar por las múltiples constituciones corporales de hombres que diferían entre sí por el lugar de su residencia, con sus peculiaridades climáticas, por su educación, por sus hábitos y ocupaciones,  por su modo de vivir y su alimentación y a quienes modelaron sus relaciones físicas y psíquicas. Por ello no es de extrañar que una sola dosis de algún medicamento resulte insuficiente para curar íntegramente a la psora en todas sus variedades y que varios medicamentos se requieran a fin de corresponder, por los síntomas mórbidos artificiales peculiares de cada uno de ellos, a la profusión de síntomas de la psora y así a los de todas las enfermedades crónicas (no venéreas), a la psora en su totalidad, correspondencia que se debe investigar con finalidad homeopáticamente curativa.

     “ Yo me abstengo de relatar a través de cuántos esfuerzos abrumadores y de qué sinnúmero de observaciones cuidadosas, investigaciones, cavilaciones y experimentaciones diversas he debido pasar para lograr finalmente, al cabo de once años, salvar esa gran omisión que impedía llenar el hueco en el edificio del arte curativo homeopático: la curación de las innumerables enfermedades crónicas, dejando completado así, en la medida de lo posible, las bendiciones que este arte contiene respecto de la humanidad en sufrimiento”.

     “En consecuencia, como ya se ha dicho, es únicamente cuando la erupción de sarna está  aún en sus principios y la infección es todavía reciente, que su curación puede ser proporcionada por Sulphur sólo y a veces hasta por una sola dosis. Me es imposible predecir si esto puede ser logrado en todos los casos de sarna en plena erupción sobre la piel, porque varía en mucho la antigüedad de la erupción en los enfermos que transmitieron la infección. Porque si la erupción ha permanecido sobre la piel por algún tiempo (y aunque no haya sido tratada mediante remedios represivos externos), por sí misma comenzará  a retirarse gradualmente de la piel.
Es entonces cuando la psora interna comienza a predominar; la erupción cutánea ya no es totalmente vicaria y aparecen dolencias de otra índole, en parte como signos de psora latente y en parte como enfermedades crónicas desarrolladas a partir de la psora interna. En tales casos Sulphur solo (como cualquier otro medicamento antipsórico singularmente administrado concluye por no ser eficaz respecto de la curación toda , momento en que es preciso recurrir a otro remedio antipsórico, el que corresponda de acuerdo al tratamiento homeopático.”



Sobre alternancias e intercurrencias de remedios


     Si bien Hahnemann aconseja en lo posible, no interferir el tratamiento antipsórico, existen circunstancias  en que es necesario hacerlo. Enfermedades epidémicas y otras llamadas intermedias o intercurrentes, de las que ya hicimos mención en el capítulo sobre enfermedades agudas (ver pág.), requieren muchas veces la indicación de otros remedios.
     Luego que estas intercurrencias hayan cedido, se continuará entonces con el tratamiento de fondo antipsórico, escogiendo el remedio mas conveniente a los síntomas remanentes del cuadro crónico.

Del Tratado de las Enfermedades crónicas:

      “Durante el tratamiento de enfermedades crónicas mediante remedios antipsóricos, frecuentemente necesitaremos recurrir al otro grupo de medicamentos, los que no son antipsóricos, en casos de enfermedades epidémicas o de enfermedades intermedias («morbi intercurrentes»)25 que suelen presentarse por causas meteóricas o telúricas y que atacan a nuestros pacientes crónicos, perturbando no sólo el tratamiento mas también interrumpiéndolo durante lapso que puede ser extenso. En casos tales será  preciso emplear los otros remedios, pero no he de entrar en tal tema, limitándome a decir aquí que el tratamiento antipsórico deberá ser discontinuado totalmente durante algún tiempo, en tanto dure el tratamiento de la enfermedad epidémica que también haya hecho presa de nuestro paciente (crónico), aunque por tal causa deban perderse varias semanas en los casos peores. Pero también insistimos en que si la enfermedad no es excesivamente severa, el ya citado método de medicar por olfacción de un glóbulo humedecido suele ser ayuda suficiente y así se acorta notablemente el periodo de la enfermedad aguda.”

     “Desde que llegué a descubrir cómo curar enfermedades y males crónicos eliminando homeopáticamente su raíz psórica, he hallado que las fiebres epidémicas, corrientemente intermitentes, difieren de año en año en su característica y en sus síntomas, por lo que casi todos los años requieren una medicina diferente para lograr, en pocos días, su curación específica. En cierto año requieren Arsenicum, en otro Belladonna, en otro Antimonium Crudum, o Spigelia, o Acónito con Ipecacuanha, alternando con Nux Vómica, sal Ammoniacum, Natrum Muriaticum, Opium, Cina sola o alternada con Capsicum, o bien Capsicum únicamente, Menyantes Trifoliata, Calcárea Carbónica, Pulsatilla, alguno de los dos Carbo, Arnica sola o alternada con Ipecacuanha. Por cierto que he de considerar útiles todas las medicinas no antipsóricas, bastando con que resulten homeopáticas respecto del cuadro total de síntomas de la fiebre reinante, tanto en sus accesos como en sus apirexias”

    “(China resulta apropiada solamente para las fiebres endémicas intermitentes propias de las regiones pantanosas y aun éstas únicamente pueden ser curadas acabadamente si se la combina con remedios antipsóricos). Ya en los comienzos del tratamiento de toda fiebre epidémica intermitente, el médico homeópata procederá con máxima seguridad si prescribe, en cada caso, una dosis atenuada de Sulphur o, en los casos en que corresponda, de Hepar Sulphuris en glóbulos pequeños o por medio de olfacción, y esperar sus resultados durante pocos días, hasta que cese la mejoría que uno u otro haya proporcionado y entonces dar , en seguida, en una o dos dosis atenuadas, el medicamento no antipsórico que haya sido homeopáticamente seleccionado como el más apto para la epidemia de ese año. Téngase la precaución de dar estas dosis únicamente cuando haya finalizado un acceso. En todos los pacientes afectados por fiebre intermitente la psora está , por su misma naturaleza, involucrada en la epidemia, por lo que al comienzo de todo tratamiento de fiebre epidémica intermitente es necesaria una dosis de Sulphur o de Hepar Sulphuris para asegurar y facilitar el restablecimiento del paciente.”

     “No obstante, los síntomas de la enfermedad crónica originaria siempre reaparecerán, algo diferentes, una vez cumplida la curación de esa enfermedad intermedia que predominó; también se hallará  que ha quedado afectada alguna otra parte del cuerpo, de modo que el médico homeópata escogerá su remedio antipsórico de conformidad con la totalidad de los síntomas remanentes y en ningún caso se limitará a aquel remedio que era adecuado antes de que apareciera la enfermedad intermedia.”

     “Es ésta la oportunidad propicia para comentar que las enfermedades epidémicas importantes: viruela, sarampión, rubéola, escarlatina, tos convulsa, disentería otoñal y fiebre tifoidea, cuando han completado su curso y en particular cuando ha faltado el sensato tratamiento homeopático, dejan tan sacudido e irritado el organismo que en muchos pacientes que parecían restablecidos su psora, que estaba latente y dormida, se despierta bruscamente irrumpiendo en erupciones similares a la de la sarna* o provocando otras perturbaciones crónicas que alcanzan gran despliegue en corto lapso, salvo que se las trate adecuadamente con finalidad antipsórica. Esto se debe al profundo agotamiento del organismo que, por cierto, subsiste. El médico alópata declara, cuando muere alguno de sus pacientes a consecuencia de su tratamiento inadecuado (lo que es frecuente), que ha fallecido a consecuencia de las secuelas de la tos convulsa, del sarampión, etcétera.”

     “En consecuencia, las fiebres epidémicas y esporádicas y también las enfermedades agudas miasmáticas, si no terminan pronto y directamente concluyen en buena salud (y aun cuando se haya empleado, tratándolas acertadamente, un específico homeopático) necesitan frecuentemente ayuda antipsórica que generalmente yo hallé en Sulphur siempre que el paciente no hubiera sido medicado recientemente con algún remedio que contuviera azufre, en cuyo caso debió recurrirse a otro antipsórico apropiado.
     La notable tenacidad de las enfermedades endémicas depende casi exclusivamente de la complicación psórica, o de la psora modificada por las características peculiares de la localidad (y también por el modo particular de vivir de sus habitantes), de modo que con frecuencia los pacientes de alguna fiebre intermitente que se haya originado en región pantanosa, una vez que se han trasladado a otra región de clima seco, continúan enfermos a pesar de toda la China que puedan ingerir, puesto que lo que se requiere es el tratamiento antipsórico.

     Esta última apreciación de Hahnemann es sumamente interesante. Aquellas enfermedades agudas epidémicas o endémicas que no se resuelven con los medicamentos intercurrentes, se debe a que la psora está interfiriendo y requerirán del tratamiento antipsórico para completar la curación..