Parte 30 - Obstáculos a la curación



Obstáculos a la curación



     Los fracasos de la homeopatía fueron tradicionalmente incluidos en un capítulo descrito por Hahnemann como obstáculos a la curación.
Los fracasos constituyen un capítulo sumamente heterogéneo por la variedad de causas que pueden ser responsables.

Esquemáticamente pueden considerarse tres grupos de causas:

1) Dependientes del paciente
2) Dependientes del médico.
3) Dependientes de las limitaciones del método.

Dentro del primer grupo podemos mencionar:

     El nivel de compromiso orgánico de un cuadro, es decir, de profundización del desequilibrio vital. Cuanto mas avanzado el cuadro y mas debilitada la energía vital, mas dificil resulta la recuperación que en muchos de estos casos es imposible.
     Hahnemann habla del desarrollo miasmático, esencialmente de la psora,  como uno de los principales obstáculos a la curación. Cuanto mas desarrollado el miasma, es decir mas crónico y arraigo en la energía vital del sujeto, mayor compromiso de órganos y tejidos.
 Hahnemann atribuye gran parte del desarrollo miasmático a la propia terapéutica médica, fundamentalmente  alopática, acrecentando el desequilibrio vital a través de supresiones o enfermedades medicamentosas crónicas sobreagregadas.
Cuanto mas distorsionada se encuentre la enfermedad original, mas dificil o incurable se tornará.

     La incapacidad del paciente de expresar fielmente la totalidad de su padecimiento constituye muchas veces otro obstáculo a la curación.

     El capítulo de los fracasos no apunta solo a las enfermedades crónicas, sino también a los cuadros agudos.
A propósito de éstos últimos, Hahnemann señala que muchos de ellos cuando no responden al medicamento indicado, el desarrollo de la  psora está complicando el caso.

     Aún aquellos casos que fracasan con el remedio antipsórico mas indicado, Hahnemann considera que “hay alguna circunstancia en el modo de vivir del paciente o en la situación en que está colocado” que obstaculiza la curación.
     Entre estos “impedimentos para la curación de las enfermedades crónicas”, señala Hahnemann, lo constituyen los “contecimientos propios de la existencia humana”, vale decir, circunstancias que minan la vida material y emocional de las personas. Estas situaciones son causas frecuentes que despiertan la psora latente y promueven su desarrollo.
“Los motivos que con más frecuencia excitan a la psora latente llevándola a convertirse en alguna enfermedad crónica, son los pesares y las ofensas, los que con frecuencia agravan a las enfermedades crónicas ya existentes.
Los pesares o los agravios constantes muy pronto avivan a los menores vestigios de la psora latente, desarrollándolos hasta síntomas severos y la obligan a manifestarse en toda suerte de padecimientos crónicos..”

     Hahnemann concluye, que si no hay una actitud del paciente hacia la curación, ni el mas indicado remedio homeopático podrá actuar.

Otros obstáculos a la curación lo constituyen las condiciones insalubres ambientales, de trabajo y el régimen alimenticio.
     Es decir, muy variadas circunstancias pueden estar en la base de un obstáculo a la curación por lo que todo lo que hace a la vida del paciente debe ser evaluado en este sentido.
     Parágrafo 194:
     “En las afecciones locales agudas que se han desarrollado rápidamente, y en las que existen ya desde larga fecha, no conviene hacer penetrar en los poros frotando, o aplicar en la parte enferma, ningún tópico aunque sea la misma sustancia que tomada interiormente sería homeopática o específica, y aun cuando se quisiese administrar simultáneamente este agente medicinal al interior; pues las afecciones locales agudas (p. ej. inflamaciones de partes aisladas, erisipelas, etc.) que han sido producidas, no por lesiones externas de una violencia proporcionada a la de aquellas, sino por causas dinámicas o internas, ceden con más seguridad a los remedios internos capaces de producir cierto estado interno y externo semejante al que existe en la actualidad, y elegidos del grupo general de medicamentos experimentados, y generalmente sin ninguna otra ayuda. Si con estos remedios no desaparecieren del todo, si a pesar de la regularidad del método de vida, queda todavía en el lugar afectado y en el estado general, algún vestigio de enfermedad que la fuerza vital no puede volver a las condiciones del estado normal, será porque la afección local es (como no es raro que suceda) el resultado del desarrollo de la psora, hasta entonces adormecida en el interior del organismo, que se halle en disposición de manifestarse bajo la forma de una enfermedad crónica.”

     Parágrafo 195:
     “Con el fin de llevar a cabo una curación radical en estos casos, que de ningún modo son raros, después que se ha calmado el estado agudo medianamente bien. debe dirigirse un tratamiento antipsórico apropiado (como se enseña en mi obra sobre Enfermedades Crónicas), contra los síntomas que todavía persisten y contra el estado morbosos de la salud a que estaba antes sujeto el paciente. En las enfermedades crónicas locales que no son claramente venéreas, solo se necesita, por otra parte, el tratamiento antipsórico interno.

     Del Tratado de las Enfermedades Crónicas:
     “He de considerar a continuación otros impedimentos para la curación de las enfermedades crónicas, a los que se deberá eludir en la medida de lo posible.
Especial atención debe presentarse a esos acontecimientos propios de la existencia humana que son aptos para alterar el estado de salud, pues a causa de ellos la psora latente que ha permanecido inactiva en lo interior y que tan sólo se ha manifestado por alguno de los signos que ya se mencionaron, puede transformarse en enfermedad crónica manifiesta. Si alguno de estos eventos ocurriere a quien ya fuera enfermo crónico, no sólo aumentaría su enfermedad y disminuirían sus posibilidades de sanar sino que, en caso de que tal agravación fuere violenta y tales circunstancias adversas no se tornaren prontamente en favorables, podría su enfermedad llegar a ser definitivamente incurable.”

     “Pese a lo que pudiera suponerse, no constituyen factores decisivos para despertar a esa temible enfermedad de la psora que cual si estuviera emboscada, acecha dentro del organismo- las penurias agobiantes de la existencia, como trabajar en zona pantanosa, las heridas y daños corporales de magnitud, el calor o el frío excesivo y hasta la pobreza con su hambre insatisfecha y sus comidas deficitarias, ni tampoco agravan ellas notablemente a cualquier enfermedad crónica que ya se esté manifestando; por cierto que todo hombre inocente soportaría mejor diez años de tormentos corporales, en prisión y hasta en trabajos forzados, que algunos meses de desaveniencia conyugal o de padecer los remordimientos de su conciencia, aunque estuviera disfrutando de comodidades suficientes. En tanto la psora esté latente, a algún mimado de la fortuna le será  factible hacer ostentación de su desbordante salud, pero si por algún cambio de fortuna perdiere su posición prominente y, menospreciado, cayere en la pobreza, pronto su psora se desarrollaría como dolencia crónica corporal o su estado mental se distorsionaría hasta la insania. La muerte repentina de su hijo puede provocar en la madre, ya con salud precaria, incurable supuración pulmonar o cáncer de pecho. Una novia joven y afectuosa pero ya histérica, puede ser sumida en melancolía por alguna desilusión amorosa.
     Qué difícil es aliviar a estos infortunados y qué pocas posibilidades tiene el mejor tratamiento antipsórico de lograr mejoría alguna!
     Los motivos que con más frecuencia excitan a la psora latente llevándola a convertirse en alguna enfermedad crónica, son los pesares y las ofensas, los que con frecuencia agravan a las enfermedades crónicas ya existentes.
Los pesares o los agravios constantes muy pronto avivan a los menores vestigios de la psora latente, desarrollándolos hasta síntomas severos y la obligan a manifestarse en toda suerte de padecimientos crónicos, y no hay influencia nociva alguna entre todas las que puedan afectar al organismo humano en el curso de una existencia, capaz de igualar sus efectos; y lo mismo cabe afirmar respecto de dolencias ya manifiestas”.

     “Pero si los parientes del enfermo no fueren susceptibles de mejorar a este respecto y si ante el paciente fueren insuficientes su filosofía, su religión o el dominio que sobre sí mismo tenga para soportar con paciencia y ecuanimidad todas las aflicciones y sufrimientos respecto de los cuales no le incumbe responsabilidad alguna y a los que en modo alguno puede mitigar; si, como médico, aquel pesar o aquellos agravios lo derrotan constantemente quedando fuera de sus posibilidades obviar definitivamente estos factores destructivos de la vitalidad, mejor será  que abandone el tratamiento y deje al paciente librado a su suerte, puesto que nada lograrán ni su maestría, ni los remedios mejor seleccionados, los que mejor se adecuen a la dolencia corporal; nada es posible hacer en el caso del paciente crónico así expuesto a pesares y agravios continuos, que agreden a su mente y destruyen continuamente su energía vital. Es insensato continuar levantando el edificio más bello una vez que se ha advertido que los cimientos son precarios.
     Se considera que constituyen excepción esos casos en los que el paciente no tiene motivo para su humillación o su pesar, o en los que no haya causa externa suficiente para su mortificación y, en consecuencia, requiera su desorden mental será tratado particularmente por medio de remedios antipsóricos, que también serán aptos para toda su enfermedad crónica. Estos casos no solamente son curables, sino que ello se logra con facilidad.”

     “Casi igualmente incurables son las enfermedades crónicas que padecen los hombres importantes o los adinerados quienes durante años, además  de concurrir asiduamente a balnearios de aguas minerales han sido tratados por varios y con frecuencia muchos médicos alópatas habiendo aplicado uno tras otro todos los modos de curar que puedan haber estado en boga, todos los remedios que tan presuntuosamente se elogian en Inglaterra, Francia e Italia y que, sin excepción, son mezclas de medicamentos de acción enérgica. A causa de tantos medicamentos inadecuados y nocivos, debido a su violencia y a la repetición frecuente de sus enormes dosis, la psora siempre subyacente en lo interior, y aunque no esté combinada con sífilis, se torna cada año menos curable y lo mismo ocurre con la dolencia crónica de ella surgida; luego de haberse repetido tan irracionales agresiones médicas al organismo, al cabo de algunos años éste difícilmente podrá  ser curado.”

     “Del mismo modo, cuando el tratamiento alopático ha sido prolongado, dado que no tiene poder curativo alguno respecto de la enfermedad -ninguna correlación de padecimientos (homeopática) respecto de órganos y procesos afectados por la enfermedad crónica sino que agrede internamente a otros órganos y partes delicadas -la fuerza vital, a fin de protegerlos de la destrucción, transmuta dinámica y orgánicamente a estos delicados órganos, vale decir que los vuelve inactivos, o los paraliza, o embota su sensitividad o los torna íntegramente callosos. Así es que los tejidos más delicados son engrosados o endurecidos anormalmente y los más vigorosos consumidos o aniquilados y surgen anormalmente formaciones adventicias, deformidades y degeneraciones que en las necropsias son adjudicadas, arteramente, a la malignidad de la enfermedad originaria. Estos estados internos son frecuentes y suelen ser incurables.”

     “En casos así el médico debe hacer frente a algo que no es natural, que no es verdadera enfermedad psórica. Por ello es que sólo puede prometer la mejoría luego de lapso considerable, pero nunca prometer total recuperación, aun cuando el poder vital no haya sido agotado totalmente (que es lo que suele ocurrir, porque si así fuere, su deber sería desistir de inmediato de todo tratamiento). Preciso es que en primer término se extingan las múltiples enfermedades crónicas medicamentosas que prevalecen en tan vacilante estado (lo que quizá  pueda ser logrado al cabo de varios meses de estadía en el campo y prescindiendo casi en absoluto de medicamentos); o bien deberán ellas extinguirse en apariencia espontáneamente, aunque en realidad lo sean por acción de la fuerza vital, cuando el tratamiento antipsórico haya comenzado, haya mejorado su modo de vivir y la dieta haya sido regimentada. Porque ¿quién podría encontrar algún remedio adecuado para dolencias que han sido producidas artificialmente por conjunto tan heterogéneo de medicamentos impropios y enérgicos ? La fuerza vital debe primeramente prevalecer y después podrá  reconstruir cuanto haya sido estropeado compulsivamente, lo que requerirá  algún tiempo previo al momento en que pueda el médico consciente ver clarificada ante sí alguna enfermedad que sea similar a la originaria y, en consecuencia, estar en condiciones de combatirla.*

Inversamente, las enfermedades más temibles de cualquier tipo, que no hayan sido distorsionadas por la ignorancia médica, como es posible observar en familias de labradores y también de jornaleros-hasta quienes, por cierto, no llegan los servicios del médico corriente-se curan en corto tiempo, con tanta naturalidad como si fuera por milagro, por obra de remedios antipsóricos y son reemplazadas por buena salud permanente.
     Triste experiencia espera al joven médico homeópata que confíe en cimentar su prestigio intentando curar tales casos de enfermedad que, si se trata de personas prominentes y adineradas, seguramente han degenerado en monstruosidades debido a la masiva malpraxis alopática; ­fracasará pese a todo su empeño!
     Otro impedimento similar para la curación de enfermedades crónicas muy avanzadas es dable encontrar, con frecuencia, en la debilidad y agotamiento en que caen jóvenes, estropeados por sus adinerados padres, quienes facilitan su extravío por abundancia de lo superfluo y lo sensual y a quienes compañías viciosas inducen a excesos y pasiones destructivas mediante jaranas, garitos y abusos del instinto sexual. Tales vicios, nacidos del menosprecio por la vida y la conciencia, debilitan a los organismos más robustos y convierten al hombre en espectro, ruina a la que se agrega la causada por el perverso tratamiento de sus enfermedades sexuales; es entonces cuando la psora, que suele estar latente internamente, se transforma en alguna penosa enfermedad crónica que muy difícilmente podrá  ser aliviada por remedios antipsóricos debido a la exigüidad del saldo de su fuerza vital así dilapidada y al remordimiento que tanto deprime, aun cuando hubiera recuperado el paciente su moral. El médico homeópata considerará  tales casos con máxima circunspección y reserva antes de pronunciarse sobre si pueden ser curados.

     Pero cuando no están presentes los obstáculos casi insuperables que se han mencionado respecto de la curación de las muy numerosas enfermedades crónicas, es posible encontrar a veces, y muy particularmente entre los enfermos de menores recursos, cierta resistencia peculiar a la curación, la que radica en la fuente misma del mal pues la psora, luego de repetidas infecciones y como efecto de consiguientes supresiones de la erupción cutánea, a partir de su estado interno se ha ido convirtiendo, gradualmente, en una o más dolencias crónicas graves. Por cierto que en estos casos es posible alcanzar la curación, si no intervienen otros impedimentos como los ya mencionados, mediante el empleo sensato de los remedios antipsóricos pero sólo al cabo de largo tiempo y en pacientes perseverantes y que cumplan con lo que se les prescribe, que no estén debilitados en demasía y que no tengan edad muy avanzada.

     Un obstáculo adicional para la curación homeopática de las enfermedades crónicas, y que no es demasiado raro aunque suele no ser tenido en cuenta, es la represión del instinto sexual en personas núbiles de uno u otro sexo que no hayan contraído matrimonio por causas que un médico no puede eliminar, o entre cónyuges cuando uno de ellos, sea el marido o la esposa, tenga salud precaria en tanto el otro disfrute de pleno vigor, circunstancia que puede haber llevado a algún médico insensato a prohibirles toda relación sexual. En estos casos un médico más inteligente, que tenga en cuenta las circunstancias y considere que el impulso natural ha sido implantado por el Creador, se abstendrá de vedar tal intercambio y ello tornará curables numerosos estados histéricos e hipocondríacos y hasta de melancolía e insania.”

     “Por múltiples razones que fácilmente pueden percibirse, siendo la principal evitar interferencias en la acción de sus dosis medicinales tan atenuadas, el médico homeópata no permitirá , mientras dura el tratamiento antipsórico, que se intercale cualquier otro remedio de los domésticos que tan habituales son, ni permitirá el empleo de perfumes de cualquier tipo, ni extractos ni sales aromáticas, ni té aromático u otras infusiones a base de hierbas; nada que contenga menta, ni repostería con especias o con edulcorantes anisados, ni gotas eupépticas, ni licores, tampoco el musgo de Islandia  ni el chocolate con especias, los dentífricos que contengan esencias y, en general, todo artículo refinado.”

     Parágrafo 240:
     “Si el remedio que viene a ser específicamente homeopático para una epidemia reinante de fiebre intermitente, no efectúa una curación perfecta en uno u otro enfermo, y siempre que no sea la influencia de un lugar pantanoso que impide la curación, deberá ser siempre el miasma psórico latente y oculto la causa, en cuyo caso deberán emplearse los medicamentos antipsóricos hasta obtener el alivio completo.”

     Parágrafo 252:
     “Si se encontrase, durante el empleo de los otros medicamentos en las enfermedades crónicas (psóricas), que el remedio homeopático mejor elegido (antipsórico) y administrado en la dosis más conveniente (mínima), no produce mejoría, esto es signo seguro de que la causa que sostiene la enfermedad persiste todavía, y que hay alguna circunstancia en el modo de vivir del paciente o en la situación en que está colocado, que debe quitarse a fin de que pueda realizarse una curación permanente.”

     Parágrafo 259:
     “Teniendo en cuenta la pequeñez de las dosis necesarias y convenientes en el tratamiento homeopático, se comprende fácilmente que durante éste debe suprimirse de la dieta y género de vida del paciente todo lo que tenga alguna acción medicinal, con el fin de que la pequeña dosis no sea dominada, extinguida o perturbada por ningún estimulante medicinal extraño (*).”
(*) “Los sonidos más dulces de una flauta lejana que en el silencio de las horas de la media noche despierta en un corazón sensible sentimientos elevados y le sumergen en éxtasis religioso, no pueden oirse ni producen ningún efecto en medio de los gritos discordantes y los ruidos del día.”

     Parágrafo 260:
     “De aquí que la investigación cuidadosa de semejantes obstáculos a la curación, sea tanto más necesaria en los casos de pacientes afectados de enfermedades crónicas, cuanto que sus enfermedades con frecuencia se agravan por estas influencias dañosas y otros errores en la dieta y régimen causantes de enfermedades que pasan a menudo desapercibidas (*).”
Mencionar en el capítulo dieta

(*) “El café; el mejor té de china u otras variedades de té; la cerveza preparada con sustancias vegetales medicinales impropias para el estado del enfermo; los llamados licores finos preparados con especias medicinales; toda clase de ponches, el chocolate con especias, las aguas de olor y perfumes de todas clases; flores de mucho perfume en las habitaciones; polvos dentífricos y esencias y bolsitas perfumadas compuestas con drogas; manjares muy condimentados y salsas; pasteles y helados con aroma; vegetales crudos de acción medicinal para preparar sopas; manjares de vegetales, raíces y renuevos de plantas que poseen propiedades medicinales; espárragos con puntas largas y verdes, lúpulo y toda clase de vegetales que tengan cualidades medicinales, apio, cebollas; queso añejo y carnes descompuestas que posean propiedades medicinales (como la carne y grasa de puerco, patos, y ganso o de ternera muy joven o carnes acedas), deben evitarse a todo enfermo. También debe evitarse todo exceso de mesa y el azúcar y sal y así como bebidas espirituosas no diluidas con agua, habitaciones calentadas, trajes de lana sobre la piel, vida sedentaria en habitaciones cerradas o el abuso de ejercicios puramente pasivos (a caballo, en coche o columpio), lactancia prolongada, dormir una siesta larga en posición recostada en la cama, permanecer en vela largo tiempo, falta de limpieza, libertinaje contra natura, enervación por lecturas obscenas, leer acostado; el onanismo, coito imperfecto o suprimido para evitar el embarazo.
Se evitará la cólera, pesar y despecho, pasión por el juego, el exceso de trabajo físico y mental especialmente después de comer, la permanencia en lugares pantanosos, habitaciones húmedas, vida llena de necesidades, etc. Todas estas cosas deben evitarse o removerse, hasta donde sea posible, a fin de que la curación no sea obstruccionada o se haga imposible. Algunos de mis discípulos parece que innecesariamente han aumentado las dificultades de la dieta, prohibiendo el uso de muchas otras cosas indiferentes y tolerables, conducta que no es de recomendarse.”
     Parágrafo 261:
     “El régimen más apropiado durante la administración del medicamento en las enfermedades crónicas, consiste en la remoción de todos los obstáculos para el restablecimiento de la salud, y poniendo al enfermo, si fuese necesario, en condiciones opuestas: distracción moral e intelectual inocentes, ejercicio activo al aire libre en casi todas las estaciones (caminar todos los días y ejecutar trabajos manuales ligeros), alimentos y bebidas, etc. apropiados, nutritivos y que no posean acción medicinal.”

     Parágrafo 262:
     “Por el contrario, en las enfermedades agudas, excepto en los casos de enajenación mental, el sentido interno sutil e infalible de la facultad conservadora de la vida lo determina tan clara y exactamente, que el médico sólo tiene que aconsejar a los amigos y asistentes que no pongan obstáculos a la voz de la naturaleza rehusando al paciente algo que desee con urgencia en relación con los alimentos, o tratando de persuadirle a que tome algo que pueda dañarle.”

     Los obstáculos expuestos parecen involucrar esencialmente al primer grupo considerado, es decir, obstáculos del paciente y su modo de vida.
     Respecto al segundo grupo, Hahnemann hace referencia a la impericia alopática y sus consecuencias. No obstante, también se debe incluir la dificultad propia del médico homeópata para encontrar el remedio en cada caso.
     Muchas veces, el mas indicado remedio homeopático no alcanza a curar a un paciente. Cabe preguntarse como mencionamos, si el paciente verdaderamente desea curarse.
Se requiere entonces abrir el abanico hacia otros recursos y disciplinas terapéuticas que puedan ayudar en cada caso.
     El tercer grupo mencionado, es decir, las limitaciones del propio método homeopático, es otro factor que debemos tener en cuenta.

     Existen muchos obstáculos cuyas causas posiblemente no lleguemos a conocer.